En una sociedad dónde el culto al cuerpo está cada vez más extendido, es importante tener claro que la base de cualquier cambio físico debe iniciarse por un cambio mental. Cuando tomamos responsabilidad sobre nuestro cuerpo y lo entrenamos y alimentamos de manera adecuada, no sólo conseguimos fortaleza física sino sobretodo mental.

Existe una tendencia generalizada a querer conseguir resultados sin realizar ningún esfuerzo y que además estos resultados sean rápidos.

Si llevamos años sin cuidarnos de manera adecuada, sin entrenar y descuidando nuestra salud no podemos pretender conseguir nuestros objetivos en un mes. Nuestro cuerpo no funciona de ese modo y entender ese funcionamiento es clave para poder respetar su evolución y no abandonar a medio camino.

Cuando inicié mi cambio de hábitos trabajaba en una multinacional delante de un ordenador durante jornadas inacabables. La acumulación de stress, una mala alimentación por falta de tiempo, y las pocas horas de sueño me llevaron a tomar una decisión: necesitaba un cambio. El cambio pasaba por entender que no podía dejarme llevar por las circunstancias, y que lo más importante era mi salud y bienestar.

Sabía que no iba a ser fácil, pero tenía más claro todavía que no podía permanecer de brazos cruzados frente a una situación que yo tenía el poder de cambiar.

Mi objetivo prioritario era mejorar la salud de mi espalda. Llevaba años practicando running y clases dirigidas, pero nunca había entrenado a nivel muscular. Con los años nuestra musculatura se va debilitando y es clave trabajarla con entrenos específicos. Por ello, contacté con una coach deportiva y nutricional que me diseño unas rutinas personalizadas, y me explicó la técnica de todos y cada uno de los ejercicios.

Conocer y sentir cómo trabaja cada músculo de nuestro cuerpo es la base para conseguir resultados. Si no sabemos que estamos trabajando, la posibilidad de no obtener resultados e incluso de lesión es alta.Al mismo tiempo pedí ayuda a nivel nutricional para aprender a mejorar mi alimentación.

No es lo mismo comer que nutrirnos, ni es lo mismo hacer dieta que hacer dieta sana. Tenía muy claro que los cambios que quería hacer debían ser cambios que pudieran mantenerse en el tiempo, y para ello no podía seguir dietas milagro ni dietas restrictivas, sino que lo que necesitaba era aprender que alimentos debía tomar, cuando, y de qué modo me beneficiaban. Mi sistema digestivo estaba sufriendo las consecuencias de mi estilo de vida demasiado acelerado y mi cuerpo lo mostraba con acumulaciones de grasa localizadas, celulitis, piel apagada, etc.

En la mayoría de casos, nuestra dieta es poco saludable simplemente por desconocimiento, porque tenemos una idea equivocada de  que quiere decir comer sano. Comer sano no es comer ensaladas y evitar el chocolate… comer sano quiere decir aprender la función que tienen todos y cada uno de los alimentos que tenemos a nuestra disposición, y usarlos en nuestro beneficio.

Y de este modo inicié mi andadura hacia una nuevo estilo de vida, con todos y cada uno de los obstáculos que me fui encontrando. Salir de nuestra zona de confort no es fácil, pero es el único modo.

Si no te gusta dónde estás, ¡muévete! ¡No eres un árbol!

¿Preparada para descubrir tu mejor versión?